Después de aquel verano en Portsmouth vino un otoño de reencuentros.
La mayoría de nosotros éramos de Sevilla, aunque también gente de Badajoz y Madrid formáramos parte de aquella aventura inglesa de cuatro semanas. Quince, deicisieis años los que de medía teníamos todos. Lo que vivimos fué muy intenso y en muchos casos continuar la amistad de aquellos días de julio era más que una obligación una necesidad... teléfonos, libretitas con direcciones, promesas de cartas y quedadas en la vueta a casa.
Y así fue en un principio. Todos lo intentamos en Cartuja´93, pero lo normal fué que cada uno intentara llevar sus historias por separado. Tote con Carolina, María y Diego...
Marta vivía cerca de Torneo. Nos encontrábamos de vez en cuando por el centro. Cada uno camino de su casa o de vuelta de clase. Siempre nos llevamos muy bien y nos parábamos un rato a charlar sobre que tal nos iba.
No recuerdo cómo surgiría aquella especie de tradición, pero decidimos que cada vez que nos viésemos, en vez de dejarlo en "a ver si nos vemos" o en un "a ver si te llamo..." nos poníamos en ese momento una fecha y una hora para quedar y tomarnos un café. Nada de despacharse en medio de la calle Sierpes con un "todo bien". Nos mereciamos contarnos nuestras cosas sentados y con tiempo, y no fallábamos... esa sensación de autenticidad de saber que cada encuentro casual se iba a reflejar en una cita sincera me encantaba.
Los años fueron pasando y los encuentros cada vez se fueron espaciando más en el tiempo. Quizás fuera ella, quizás fuera yo... el caso es que un día nos volvimos a encontrar y ya no sentimos que debíamos seguir quedando como antes. Nos habíamos alejado demasiado. Pero ninguno dijo "a ver si nos vemos"
-"Me alegro de verte, Marta"-
-"Y yo a ti, Dani"-
Y cada uno siguió su camino. Seguro que ella pensó lo mismo que yo. Al menos fuímos sinceros y no nos dijimos esa frase con tan poco sentido y tan falsa. Era verdad: me alegré de verla, como si la viese hoy, pero a Marta nunca se la diría. Justamente decidimos en su día hacer por vernos, porque depende de cada uno el verse.
Por eso odio esas cinco palabras unidas, a-ver-si-nos-vemos. Me he propuesto no volver a decirlas nunca y desde hace ya algún tiempo que intento evitarlas. Palabras hipócritas, frase falsa... "aversinosvemos...", cuando?, cuando tu quieras llamarme, no?, no nos estamos viendo ahora?, vayamos a tomarnos una cerveza al bar de la esquina... "aversinosvemos...", quien lo va a proponer?, una fuerza sobrenatural va a hacer que nos volvamos a encontrar mañana y entonces si me sentaré contigo a interesarme por ti de nuevo?
Me alegraré de verte, te desearé suerte, que sigas bien... pero nunca me oiras decirte un vacío "aversinosvemos". Porque yo, cuando quiero verte, te llamaré para preguntarte a qué hora y de que día quieres que nos encontremos.
Así, al menos, tendría que ser. Seríamos todos más auténticos.