29.4.06

Viernes de Feria de Abril de Sevilla.

22.4.06

Paco Valera.

Podría recordar multitud de momentos contigo.

Incluso podría ponerles fecha, ponerles una edad. Ponerles olores, sabores y expresiones en nuestras caras.

Hoy me acuerdo del tatami de judo donde corríamos en círculos en sexto de EGB.

De las matemáticas que yo te explicaba en tu casa de la calle San Vicente

De que eras el único que escribía con pluma estilográfica en clase.

De hamsters que se comían a sus crías y que estaban en celo la mayor parte del tiempo.

De paseos por el Barrio de Santa Cruz tú, el Gordo y yo. Los tres mosqueteros.

De la letra de tus apuntes fotocopiados en mi carpeta porque yo había faltado.

De cintas grabadas de Terence Trent Darby y de tantos otros... en la calle Alfonso XII había un sitio donde se saltaban que fuera ilegal hacerles fotocopias a las carátulas de los casettes, te acuerdas?

De llamadas de tu madre desesperada a mi casa porque tu estabas con Palma y Pilar a las tantas de la madrugada.

De las mejores Semanas Santas de mi vida. Aquellas de sillas en el medio de Sierpes o al final. De entradas y salidas de cofradias, de la Mia Tana y del Peregil cantando saetas en un balcón mientras nosotros oíamos en la falsa puerta del Salvador... y cómo crujía la rampa.

Del viaje a Portugal. Enseñando el culo en Moura a la única chica guapa que vimos en el viaje... de la furgoneta de Pepe y sus explicaciones, de la primera Lisboa, de Os três Pastorinhos y de pedir carne y pescado en As Pousadas para compartirlo todo. Caramulo, películas en V.O con subtítulos en portugués, Otilia, tu tía y tu tío que era el que mejor usaba la pala del pescado y que tenía todas las respuestas. De un Nacho niño queriendo dormir en nuestra habitación de las literas. De tu madre y de mi Carmen. -"Um copo de agua, se faz favor"-, decía.

De aquella llamada de teléfono en el verano en que nos iban a mezclar los tres grupos en el colegio. Nos habían separado y salir corriendo desde Las Golondrinas al San Francisco: no nos podián separar. Y lo conseguimos.

Y sí a mí me gustaba Regina, tú le gustabas a ella, y si a mi me gustaba Zuriñe, tú le gustabas a ella, y si a mi te gustaba Cristina, tú le gustabas a ella... pero yo no me enfadaba... las novias pasan, los amigos se quedan.

...

Y te fuiste al Velázquez, y nos veíamos menos... y se acabaron los años de instituto y nos veíamos menos aún...

Y un día enfrente de Sevilla Rock nos volvimos a encontrar. Tú llevabas una bufanda enorme de tonos verdes y a cuadros y ya empezaba a clarearse tu cabeza de artista. Quizás fueran esos 20 o 30 minutos los que hicieron que no hubiese un tercer y definitivo "y nos veíamos menos aún"...

Por esos 20 o 30 minutos quizás fue que en la 1ª persona en la que pensé cuando Lorena me dejó fueras tú. Teléfono y no importaban las semanas, los meses o los años de ausencia... las novias pasan, los amigos se quedan. Paseo Colón y llorar frente a ti, pero con quien mejor.

Quizás esos 20 o 30 minutos fueron los que volvieran a enchufarnos con conciertos de Madredeus, cenas en La Estrella y en El Eslava.

Y me acuerdo de los Christmas de Navidad.

Y de Diegol y de los disfraces.

Y de la exposición en la galería de la calle Temprado, y de mi orgullo porque salías en el ABC.

Y de cafés en la Alameda, de historias de viajes de interrail, de años de Bellas Artes y de que un día me presentaste a Auxi y volví a llorar en la azotea del estudio de San Vicente.

Y de chocolate en taza y en tabla, y de La Copistería "La Gramola Feliz" (clinck, clinck!), y de diseños de Montano...

Y de que aunque nos veamos poco no me gustaba que vivieras en Madrid ni me gusta que vivas en Alcalá... que la calle San Vicente es la tuya, el kiosko de Curro es el nuestro y llegar tarde somos nosotros.

Tengo tantos recuerdos, Paco, que me daría para estar escribiendo hasta mañana, cuando te cases con Auxi y yo vuelva a sentir este nudo en la garganta que ahora siento al escribir recordando todo esto...

Pero un día en Cuna, tras la muerte de tu padre, tú me dijiste que me querías.

Y eso no lo olvido.

Te quiero.

17.4.06

consecuencias.

Después de la historia de la antena, se ve que ha habido consecuencias.

Anoche aparco detrás del susodicho monovolúmen y me fijo en que la antena había vuelto a desaparecer.

Opción uno:

- Precaución?, la dueña del coche (que ya me fijé que es una mujer) quita y pone la antena cada vez que se baja y sube del coche?

Opción dos:

- Otro mangante de antenas en noche de borrachera?, ya sería mala suerte...

Opción tres:

- Espíritus?

No sabeis cuaaanto me gustaría poder preguntar...

12.4.06

Miércoles Santo panadero.

Dicen que uno de los últimos años que salió con la Banda del Sol detrás, en el andén del ayuntamiento, Los Panaderos no pararon ni un metro. Andaron desde el inicio de la Avenida hasta la esquina de Tetuán sin parar. Una sola chicotá. Dicen algunos que les tocaron el disco entero. Lo contaba Raul, aquel que tenía (y tiene) tanto arte.

Desde entonces, nunca me dió tiempo de llegar antes de que pasaran por allí. Siempre los cogí ya en Tetuán o enfilando Velázquez.

Los primeros años te metías detrás, y ya los últimos te metías delante. La diferencia estaba en los metros que la gente hacía que hubiera de separación entre el paso y la banda, primero, o entre el paso y la presidencia, segundo.

En aquella época la calle Sierpes era una pista de carreras. Ya se barría por allí y las sillas estaban boca abajo. Había que tener cuidaito con no resbalarse por la cera, pero era obligatorio llegar a La Campana para ver El Prendimiento doblando la esquina. Siempre había peleas y siempre te tocaba alguno más alto que tú en esa bulla, pero nosotros eramos aquella especie de energúmenos capaces de meternos entre autenticas piñas de gente. Podíamos con todo. Éramos hooligans cofrades.

Y hasta ese punto de ser ultra que hasta Antonio Jesús contaba, medio en broma medio en serio, que le iba a pedir a su madre que le hiciera una bufanda que en vez de poner "Sevilla FC" pusiera "Ultras Panaderos", porque sí, porque nos encantaba meternos delante del paso y andar sobre los pies imaginando ir debajo de ese tremendo barco.

Y en esas estaba yo, escribiendo mentalmente este post, cuando Juan me acaba de llamar y decirme que esta noche, por supuesto, cuanta conmigo para estar ahí, entre Martín Villa y Orfila, siendo, un año más, ultras panaderos.

11.4.06

Bofetás de cada Martes Santo.

El Martes Santo siempre tuvo un mismo final.

A lo largo del día seguramente hubo tiempo de ver pasar San Esteban por la Alfalfa, seguro que hubo tiempo de ver San Benito en la Plaza Pilatos y de encontrarse al Cerro por el ayuntamiento, metiéndose por Velázquez. A veces el orden cambió, o cambiaron los lugares. Estudiantes en San Fernando o cruzando para Correos, Los Javieres por la zona de Luchana y la Candelaria o bien obviada o bien por la plaza de San Pedro.

Pero el Martes Santo siempre tuvo un mismo final.

Un final de madrugada, desde la Plaza del Duque hasta San Lorenzo. Buscando el paso de la Bofetá allá donde estuviera para no perderlo más de vista hasta su entrada.

Martes Santo es calle Jesús del Gran Poder, es Edu y Dimas y es Juan. Martes Santo es buscar entre todos los nazarenos a aquel amigo de Fran y Gonzalo, aquel alto... cómo se llamaba?. Martes Santo es el andar cangrejero delante del paso, con el Cristo de espaldas, vestido de blanco y recibiendo esa bofetá de todos los años.

Martes Santo es andar la calle escuchando Cigarreras y esperando el romper del barco del Dulce Nombre. Martes Santo es banda de cornetas y tambores que viene de Los Remedios para hacer solos de trompeta increiblemente increibles.

Martes Santo es llegar justo al cruce con Conde de Barajas, meterse por la bulla hacia delante y rodear la Plaza de San Lorenzo: Pescadores, Hernán Cortés y Eslava. Destino, la plaza, destino, la entrada, destino, Bofetá.

Entonces buscas tu sitio, te sientas en el suelo y estás pendiente de la luz del bar "El Sardinero", en algún momento se apagará y el murmullo costante se hará silencio... el paso del Dulce Nombre enfilará San Lorenzo y sonará lo que tiene que sonar. Cornetas y tambores que tocan "Señor de Sevilla", silencio y vista fija entre los árboles.

Con el último toque de la marcha el último centímetro del paso habrá entrado por el portalón del Templo. El murmullo volverá como un rumor, sonará la Marcha Real mejor tocada de todas las marchas reales y unos empezaremos a mirarnos a los otros. Edu dirá -"impresionante"-

Es Martes Santo. Es música y estética, es arte y tradición. Es sobre todo, Sevilla.

Y da igual que ya uno no se sienta religioso: yo quiero estar cada Martes Santo en esa plaza, con Sevilla, con la Bofetá y con mis nostalgias.

10.4.06

de antenas, borracheras y espíritus.

Hace ya meses que me robaron la antena del coche.

Y no... no tengo la suficiente poca vergüenza como para buscarle una sustituta así sin más (léase entre líneas mangar otra de cualquier otro coche), así que acostumbrandome estoy a que cada vez que me meto en el subterráneo del Carrefour o del aparcamiento del centro se vaya la señal nada más bajar la cuesta... un rollo, vamos.

Pero en esas estamos cuando el martes pasado Sarah y yo fuimos a cenar a Naranja. Cena con Fabián y dos amigos suyos italianos.

Y como estas noches puede pasar de todo, de todo pasó... cena muy buena, excelente compañía y claro: momento final... -"una copita?"-

Sarah que me mira con ojitos de -"mañana tengo que madrugar, yo de copitas nada"-, yo que respondo con ojitos de cordero degollado -"por una copita no pasa nada..."-, miradas y negociación. Solución: llevo a Sarah a casa y vuelvo al restaurante.

Y dicho y hecho. Ahí qu eme planto de vuelta en unos 20 minutos y comienza una noche con caciques-cola, risas, música, bar de al lado, visitas, encuentros y sobre todo chupitos de tequila!!

Mala combinación... (o buena, no sé). El caso es que obviando los detalles finales acerca de como acabé en el baño del restaurante arrodillado con la cabeza mirando al water (potando, mentes calenturientas!), llegamos de nuevo al punto inicial de este post-crónica de una papa:

En algún momento de la madrugada llegué a casa en coche, muy borracho. Salí de mi querido vehículo y ahí estaba yo: a las 5.45 de la madrugada del martes al miércoles, solo en mi barriada y ante mí, un monovolumen de la marca citroen con una antena negra, orgullosa y apuntando al cielo... era ahora o nunca.

A la mañana tarde siguiente, cuando me levanté y llegué casi a rastras al salón la vi: no me acordaba de ella, pero la antena del coche de algún vecino estaba en mi mesa. A lo hecho pecho. Ladrón de antenas...

Pero oh!, sorpresa!, cuando tuve la oportunidad de colocar la antena del monovolumen en mi pequeño cochecito... mierda!!, se ve que las marcas no eran compatibles. Era como meter una cinta Beta en un video VHS: muy bien Dani. Tienes una antena de un coche que no es tuyo que no te vale para nada.

A esas alturas de la película supongo que el dueño del Citroen ya se habría cagado mil veces en el cabrón-hijoputa (yo) que le había mangado la antena de su coche (que es lo que hacemos todos los que nos hemos visto en este caso). Me apuesto el cuello a que su reacción habrá sido la aquí descrita.

Lo que no sé es que cara habrá puesto el mismo del monovolumen cuando ayer por la mañana se encontró de nuevo la antena puesta en su sitio.

Creerá que es un milagro ahora que es Semana Santa?, creerá que es un rollo espíritus?, creerá que todo fue una alucinación suya?

Ojalá hubiese puesto junto con la antena devuelta una webcam...

4.4.06

la ventana enrejada.

La pizarra verde, gigante, enorme, en la pared de enfrente.

Había percheros antiguos con diminutos abrigos. Una ventana enrejada... me recuerdo y me imagino a mi mismo mirando por ella deseando que llegara mi madre, que fuera la hora.

Don Tomás tenía manchas en la piel y era más brusco que Don Nicolas... no recuerdo bien ni mucho más, pero aquel día de llantos y de mi primer día de clase, mi memoría cree que era él el que estaba en aquel aula cuadrada y grande.

Lloré... tuve miedo de que mi madre no volviera a recogerme. Estaba sólo en aquella clase. Don Tomás me daba miedo, tenía la mirada vuelta a aquella ventana enrejada.

...

Hoy la ventana enrejada sigue ahí, pero ya no está Don Tomás, ni Don Nicolás... ya no hay aula ni pizarra. Ni siquiera el edificio es un colegio de primaria... pero en ese espacio, en esa habitación, se siguen dando clases, clases a las que yo voy. Otras clases, otros alumnos.

Lo que no saben mis compañeros es que, encima de cada bicicleta haciendo spinning, en esa sala cuadrada, cuando alguien pide que se abra un segundo la ventana, esa ventana enrejada, para que entre el aire, abren la misma ventana del aula de Don Tomás.

Ayer colegio, hoy gimnasio... mi barrio.