13.5.05

el opio del pueblo.

Hace una semana el Sporting de Lisboa se metía en la final de la UEFA con un gol en el último minuto de la prórroga.

Leía entonces en un blog portugués, hecho por un seguidor do clube leonino, que el fútbol era el "opio del pueblo". (Una pena, porque parece que el autor ha quitado este post). Es un tópico muy típico al escribir.Efectivamente, cuando tu equipo del alma gana algo importante ni dejas de pagar impuestos, ni tu salario crece, ni tienes que dejar de trabajar al día siguiente. Pero no se sabe que tiene el fútbol cuando te duele y se siente, que las alegrías (y las penas) que te produce son las más intensas.

Aquellas reflexiones de este tal Jorge Morais me hicieron quedarme, aparentemente, más tranquilo cuando el domingo pasado hicimos el horario para la presente semana y me tocó cerrar la noche del miércoles 11. Tocaba escuchar por la radio el partido de vuelta de semifinales de la Copa del Rey, donde mi Betis se la jugaba en Bilbao.

No sé a quién quería engañar (ni a mí mismo) con eso de que tampoco pasaba nada por no ver el partido y tener que escucharlo por la radio. Quizá fuera cierto durante la primera parte, pero a medida que el partido avanzaba y Araujo narraba el juego como sólo él sabe hacerlo, los nervios se iban multiplicando.

Encima, mi hermana (que nos tocaba cerrar juntos) estaba missing pendiente del teléfono y de sus propios líos sentimentales. Así que ahí estaba yo: Dentro del obrador con un ojo fuera por si entraba alguien y el alma dentro por si desde la radio llegaba el gol.

No fue una noche de gran venta, logicamente. Toda la ciudad estaba, de una manera u otra, pendiente del partido. Pero eso no quitaba que de vez en cuando algún cliente habitual entrase buscando su también habitual cucurucho mediano de nata y chocolate. Yo lo ponía como intentando aparentar que el fútbol me era indiferente, intentando poner cara de atención y profesionalidad al que me pedía su helado... sólo era apariencia.

Cuándo la prórroga ya había comenzado con el 0-0 final a los 90 minutos, entraron casi al mismo tiempo 6 personas. Una pareja que nunca toma helado, que prefieren un Khalua (ella) y un Bombay con cola (él) y por otro lado, ese hombre con ese anillo del Sevilla FC en la mano que se cree muy amigo de mi padre (el dueño) acompañado de su pareja y de un matrimonio de personas mayores. 4 tarrinas pequeñas con el partido de fondo en los auricuares del amable ancianito del cuarteto y bromitas y comentarios acerca del partido por parte de este cliente del anillo.

Al llegar los penalties, yo ya no podía más. Imaginaba las dos situaciones... si el Athletic pasaba, ¿cómo seguir atendiendo al público sabiendo que algún comentario jocoso iba a tener que escuchar?, si el Betis pasaba... ¿Qué hacía?, ¿cómo iba a poder aguantarme la alegría y seguir pendiente de la barra cómo si nada...?

No salí del obrador durante la tanda de penalties. Menos mal que no entró nadie justo durante esos momentos para pedir "turrón". Entonces Doblas paró el primer penalty de todos y de repente todo parecía más cerca... encima, Assunçao marca el suyo.

Limpiaba con una valleta humeda rincones del obrador que siempre son olvidados, ordenaba cosas que nunca se tocan. Los nervios me podián y no sabía que hacer... no me puedo quedar parado en momentos así.

Cuando Oliveira falla el segundo penalty y la eliminatoria vuelve al empate, todos los miedos y la sensación de que la eliminación está cercana vueleven más fuertes que nunca.

Y empezó el baile de goles. A cada gol bético, un "sí" apretando los puños hacía abajo con rabia. A cada gol del Athletic, un suspiro, un gesto de decepción... Mucho miedo cuándo sabes que el que va a tirar es Denilson y sobre todo cuando el penalty decisivo hasta entonces lo tira Lembo. Por eso cuándo Araujo canta el "goool" la sensación más que de alegría es de alivio.

Y Doblas para el primer penalty de la muerte súbita... Si Luis Fernández marca, el Betis en la final.

...

Sólo la primera décima de segundo del gol cantado por Araujo fué suficiente. Corriendo salí del obrador cantando ese gol, a la calle del tirón... la heladería se queda sola con esos 6 clientes mientras yo celebro que 8 años después, volvemos a una final de Copa.

La Avenida Cortijo de las Casillas temblaba, literalmente. A mi izquierda, Ángel, el del kiosko de prensa hacía lo mismo que yo: cantar gol en la acera. Corriendo fuí a abrazarme a él mientras sentía como las ventanas se abrían y toda la avenida era un grito: -"goooooooooooooooooooooollll"-

El teléfono empezó a sonar. Mi padre, mi hermano... -"nos vemos en la Plaza nueva!"

Decidí cerrar aunque eran las 12:10. Se acabó la venta. Me iba a celebrarlo con mi hermano y todo el beticismo. Un -"no hay cubatas, sólo helados para llevar, que estamos cerrando"- a los 4 sevillistas que entraron. Ni el Beefeater-cola extra que se pidió el sevillista del Bombay-cola previo (que lo hizo queriendo al saber que yo quería cerrar) impidió que a las 0:45 estuviera en mi casa buscando mi bufanda y mi camiseta... se lo tuvo que beber a media luz y con la cancela echada.

Fue una noche larga. De Plaza Nueva y aeropuerto, de gritos, de cánticos, de sensaciones, de opio del pueblo... sí, al día siguiente hubo que ir a trabajar, mi cuenta seguía con esa ridícula cantidad y no me ha llegado ninguna oferta de trabajo nueva, pero esa carrera por el medio de la heladería hasta la calle gracias a Luis Fernández simplemente no tiene precio.

4 comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Y el que no lo entienda, que se cambie de ciudad. Xq el opio del pueblo es y será la religion. Ah! por cierto estuve en la plaza nueva, en el aeropuerto y... si! si! si!, nos vamos a Madrid!!

3:01 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

un besote

12:55 a. m.  
Blogger dolcita dijo...

cómo me hubiera gustado estar ahí... esa noche intenté postear pero blogger no andaba bien, sería cosa de algún hacker palangana, jeje... el caso es que yo estuve en la peña de mi pueblo, viendo el partido pero como estábamos con un niño pequeño había que llevarlo a casa pronto; total, los penalties en el coche también con el Maestro Araujo y una vez en la final pitando hasta llegar a casa, sobre todo al pasar por la puerta de Esnaola, mentor de San Doblas. Qué envidia de celebración :D

10:39 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

esa noche tuvimos poca gente, por eso la recuerdo y recuerdo volviendo a casa de madrugada a montón de gente abrazada cantando, borrachos, gritando por la plaza de la encarnación. me mandé mis cuatro reflexiones pedaleadas sobre el tema y no más. leyendo tu post sentí un poco de esa emoción que aquella noche no entendí del todo.

yours.

f.

2:56 a. m.  

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