16.9.05

Ivanna.

Sonó el teléfono cerca de las 11 y media de la noche. Era mi padre.

-"Oye, que estamos aquí Mamá y yo cenando con el David y con Ivanna"-

-"Ivanna?, está en Sevilla?"-

-"Sí, sí, vente... cuando termines de cerrar estaremos tomando una copa en el Flamingo, al lado de Orsini. Te esperamos"-


Y así, más de cinco años después, y tras aparcar frente al defensor del pueblo, abrazé a mi prima de nuevo.

Ivanna es la mayor. La primera nieta de mis abuelos maternos, la primera referencia, el primer recuerdo de esa familia que vive en Mallorca. Esa familia a camino entre lo exótico, lo lejano y las historias de la infancia, las visitas y los años sin verse. De vez en cuando, cada personaje de ese lado del árbol genealógico se vuelve real y duerme en el que fue tu cuarto. Esta vez es ella.

Viene para quedarse una temporada. Quizá un mes, quizá seis semanas, ni ella lo sabe. Está de paso, caminando hacia quién sabe donde.

Lo qué si sé yo es que su estancia entre nosotros nos hará bien. Ivanna te habla, te escucha y sobretodo te abraza y te quiere. Cuenta historias de bicicletas de Londres y de recetas vegetarianas regadas con miel. De cuevas, casas okupas de Ibiza y de casas de yoga. Amaneceres en la playa, chicos iranies y festivales de musica. Te cuenta acerca de sueños, de gente que se ayuda y que vive en comunidad. Te sonrie siempre y te agradece cada detalle...

Fuera prejuicios, enriqueciendose de todos y de cada uno, irradia energia positiva. Me encanta que se quede en casa, con mis padres.

A él le vendrá como anillo al dedo. Ivanna es un regalo.