Madrid y sus sensaciones.
Madrid se me mostró tal y como yo la imagino y la recuerdo... pero esta vez tuvo una cara más amable.
Porque sí... sigue estando estresada. Aún no habíamos llegado a poner el pie en tierra y a medida que nos acercábamos, el chófer del bus se iba poniendo más y más nervioso... era como si la ciudad del trasiego le afectara. Me pareció excesivo ya cuándo se saltó dos semáforos en plenos cruces de los accesos a la ciudad con tal de arañarle unos minutos al reloj... ya estaba claro que no ibas a llegar a las 19:15, no tenías la culpa de aquel atasco por causa de aquel accidente, señor chófer!, tranquilizese... llevas un autobús enorme, no una motillo...
Sigue estando estresada... gente a toda prisa entrando y saliendo del metro, como en la foto de la izquierda, del cercanías... carreras en las escaleras mecánicas. Si no pillo este tren tendré que esperar 7 minutos más. Prisa, carreras, voy a lo mío...
Tráfico infernal, normal... y cuando no había tráfico, coches probado la profundidad de su pedal derecho cuando por la noche, esperando el nocturno en Princesa, la calle vacía hacía de pista de acelerado... La primera noche y la segunda.
Son las cosas de las grandes GRANDES ciudades. Como aquella sensación que ya viví en el viaje a Barcelona de la emigración tranquila... del emigrante acoplado, del que te sirve en la cafetería, detrás de la barra... Ahí estaban... en la cafetería de Méndez Álvaro, en el Jamaica de Sol, en el Burger King de al lado de la Fudación CajaMadrid.
Es algo que aquí en Sevilla aún no se ve, chocaría. Parece que en Madrid hace mucho que eso es un diario. Todo se andará, seguro, aquí en nuestra ciudad.
Y gente... mucha gente. Esa puerta del Sol a las ocho de la tarde. Esa zona de Preciados, turistas haciendose fotos en el Oso, bares llenos, vida.
Y esa cara más amable de la que hablaba: Teresa, la dueña del Triana Bar en la Latina, el camarero del bar "tapas con ingeno" o aquel de Jaén en el primer bareto de la noche que pasé con Marta. Cara amable con el diálogo entre el chófer del nocturno que va a Pozuelo con los pasajeros que cada noche hacen el mismo trayecto... me gustó esa familiaridad entre aquella emigrante y el conductor.
Fuí a buscar a Madrid sensaciones en aquellas 44 horas y encontré muchas.
Eso ya valió la pena.
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